miércoles, 27 de junio de 2007

La CIA ofreció US$150 mil para matar a Fidel en 1960


WASHINGTON.- La CIA ofreció 150,000 dólares a dos miembros de la mafia en Estados Unidos en el año 1960 para que mataran al presidente cubano, Fidel Castro, con pastillas envenenadas, según nuevos detalles de un memorando del año 1973 desclasificado ayer martes.

El elegido para aquella “sensible misión que requería acción de tipo gángster” fue Johnny Roselli, un nombre que, según se desprende de los folios, era en realidad un alias de Santos Trafficant, a su vez el apodo del italiano Filippo Sacco, según una nota del diario The Washington Post que revelaba el caso en 1971.

Los encargados en la CIA de llevar adelante el plan del asesinato sospechaban que Roselli tenía que ver con la “Cosa Nostra”, información que se confirmó cuando una publicación de la época lo identificó como Santos Trafficant, jefe de operaciones cubanas de la mafia.

Roselli fue el primer contacto de los efectivos de la CIA, y quien presentó al segundo hombre para la misión: conocido como Sam Gold, resultó ser, según sabría luego la agencia de inteligencia tras ver fotos de ambos hombres en una revista, Momo Salvatore Giancana, jefe de la mafia en Chicago y “sucesor de Al Capone”.

Según los documentos, que forman parte de más de 700 folios desclasficicados ayer martes, la CIA esperaba poder utilizar en su provecho el interés de la mafia por sus propias operaciones en Cuba.

“El blanco de la misión era Fidel Castro”, detalla el reporte.

El plan
A los ejecutores del plan se les haría creer que los promotores de la iniciativa eran empresas perjudicadas por las políticas de Castro que querían eliminarlo, y se les dejaría claro que “el gobierno de Estados Unidos no estaba, y no debería estar, enterado de esta operación”.

El arma elegida, sugerida por Sam Gold: pastillas envenenadas.

Las píldoras, fabricadas expresamente, fueron enviadas a quien sería en definitiva el encargado de matar al líder cubano, el oficial Juan Orta, quien, señala el texto, “había estado recibiendo pagos” a escondidas de parte de “intereses de juegos” de azar y estaba en mala posición financiera.

“Joe (Roselli) entregó las píldoras a Orta. Luego de varias semanas de intentos”, el hombre pidió ser retirado de la operación, pero “sugirió a otro candidato que hizo varios intentos sin éxito”.

Según el texto, uno de los principales miembros de la Junta Cubana en el exilio, el doctor Anthony Verona, se ofreció luego a “manejar la misión con sus propios recursos”.

De acuerdo con los archivos, “el potencial del doctor Verona nunca fue totalmente explotado, ya que el proyecto fue cancelado poco después del episodio de Bahía de Cochinos”, cuando tropas cubanas vencieron a efectivos armados y entrenados por la CIA, que desembarcaron el 17 de abril de 1961 en Bahía de Cochinos, a unos 200 km de La Habana, y se rindieron tras 72 horas de feroces combates.

“Verona fue informado de que la oferta fue retirada, y las píldoras fueron encontradas”, señala la CIA:

El plan había fracasado. Ni Johnny Roselli ni Sam Gold querían dinero por participar del plan para matar a Castro, indican los archivos. “Ninguno de estos individuos recibió pagos con fondos de la Agencia” Central de Inteligencia (CIA), añaden.

INVESTIGACIÓN

Misiones secretas
La Agencia de Inteligencia estadounidense divulgó ayer centenares de páginas de informes internos sobre sus más controversiales misiones: complots para asesinar a Fidel Castro, pruebas secretas de drogas alucinógenas y actos de espionaje contra estadounidenses.

Las casis 700 páginas difundidas se basan, en su mayor parte, en recuerdos de agentes activos de la CIA en 1973. Al principio, los informes fueron entregados a tres diferentes comités investigadores: la Comisión Rockefeller, creada por el presidente Gerald Ford, el comité Church (por el senador demócrata Frank Church) y un comité de la cámara de representantes.

En los documentos se ofrecen detalles sobre los varios intentos de asesinato contra Castro, sobre experimentos con drogas como el LSD en los cuales se usaron como involuntarios cobayos a ciudadanos norteamericanos, el espionaje electrónico de periodistas y de activistas por los derechos civiles y contrarios a la guerra de Vietnam, la apertura de correspondencia enviada de Estados Unidos a China y la Unión Soviética, y el ingreso ilegal a viviendas de ex empleados de la CIA, y de otras personas.

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