MEXICO.-Con el rostro cubierto por un velo y llorando en las noches de niebla describen los mexicanos a su fantasma particular: La Llorona, legendario personaje identificado con un espíritu maligno, un alma en pena o una diosa caída en la desgracia.
La leyenda cuenta sobre un espíritu errante y su agónico lamento que raya en lo sobrenatural, el cual por más de cinco siglos ha deambulado con paso lento por las calles del Centro Histórico de la capital.
Se dice que con su desgarrador llanto estremece a quienes la escuchan, e incluso puede llegar a hipnotizar a hombres que caminan solos en la madrugada, los que despiertan al día siguiente sin conciencia de lo sucedido, y curioso, sin pantalones.
Muchos aseguran que viste de blanco, otros que lleva un manto tan negro como la noche, y en su desesperación no se da cuenta de que está muerta, mientras de los labios escapa una queja permanente "Ay, mis hijos".
De acuerdo con la versión más extendida, la inquietante aparición corresponde a una mujer que en vida mató o le mataron a su hijo o hijos y enloqueció al tratar de encontrar sus cuerpos o sus almas.
Las visiones se remontan a los años anteriores a la conquista de México por los españoles; se dice que recorrió las calles de Tenochtitlán, centro del imperio azteca y actual Ciudad de México, para advertir a sus habitantes que morirían a manos de un invasor.
Quienes quedaron para contarlo dijeron haber distinguido a una mujer vestida de blanco, con un velo, flaca y macilenta, que se arrodillaba al mirar a Oriente en la Plaza Mayor, cuya imagen se desvanecía entre la bruma al llegar al lago Texcoco.
Las apariciones encendieron la imaginación popular que aún intenta dar explicación al sufrimiento de la misteriosa dama y su procedencia.
En la versión original, es identificada como la diosa de la guerra Cihuacóatl, que alertaba a los mexicas -también llamados aztecas- con eventos terribles por venir, concretamente la llegada de los españoles y la destrucción del imperio.
Otra versión indica que se trata del alma de La Malinche (1502-1529), quien tradujo la lengua de los mexicas al conquistador Hernán Cortés y aún pena por supuestamente traicionar a los suyos durante la Conquista de México.
También se relata la tragedia de una mujer ostentosa y codiciosa que, al enviudar, perdió su riqueza y por no soportar la miseria ahogó a sus hijos y se suicidó, pero regresó del más allá para penar por sus crímenes.
Otros refieren que quedó embarazada sin haberse casado, abortó y lanzó al bebé a las aguas de un río, por lo cual fue castigada con la búsqueda eterna del infante.
Asimismo se evoca la historia de una joven enamorada que murió un día antes de casarse y traía al novio la corona de rosas, la cual nunca llegó a ceñirse, o a una esposa muerta en ausencia del marido, a quien buscaba para darle un último beso.
No faltan quienes relatan que se trata de una mujer asesinada por su marido, quien reaparece para lamentar su muerte y confesar su inocencia, una prostituta arrepentida o una sirena que sale del mar tras los pasos de su galán.
Folclor y mitología van de la mano en la historia de ese espíritu que mantiene una relación especial con la muerte y a quien ven aquellos que perciben cerca su propio deceso, personas con habilidades especiales o animales con aguzados sentidos, como los perros.
Una leyenda transnacional es esta de La Llorona, inspiradora de canciones de la lírica popular, obras de teatro y filmes, que sobrevive a la imaginería popular, trascendió fronteras y hoy se le considera un miembro notable de la comunidad chicana en Estados Unidos.
Antropólogos e historiadores intentan descifrar su significado en la cultura mexicana sometiéndola al psicoanálisis, y ella, como personaje de las ligas del horror que se respeta, ya cuenta con su propia página en Internet.
Sus seguidores aseguran que le gusta fumar tabaco, escuchar música de guitarras y aunque por lo general es inofensiva, puede ser especialmente cruel con los borrachos, los adúlteros y los aficionados al juego.
La historia es común a varios países de Latinoamérica. Los chilenos por ejemplo, la consideran una guía de los muertos, a quienes indica, con sus pasos y llantos, el camino que debe recorrer el difunto para dirigirse al más allá.
En Costa Rica, la leyenda define al espectro como la mujer que busca a su hijo en cualquier lugar con agua, ya sea en ríos o lagos debido a que éste murió ahogado, y en Argentina es un espíritu maligno.
Los llaneros venezolanos la vinculan en un triste triángulo amoroso y aconsejan llevar hojas de tabaco en el bolsillo para brindarle y que se aleje; otros recomiendan mantener la calma y abandonar el lugar donde esté sin dar la espalda jamás.
Este fantasma llegó para quedarse, aún cuando evocar su lastimero llanto trasmite escalofríos al más valiente mortal y el estribillo de una de sus canciones recuerda la centenaria promesa: "Y aunque la vida me cueste, Llorona, no dejaré de quererte".
*La autora es Corresponsal de Prensa Latina en México
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